
No basta con decir o
llamar a un aula “inclusiva” para que realmente lo sea. No es una cuestión de
nombre, sino de lo que ocurre en ella.
Algunos aspectos
importantes para que un aula pueda considerarse inclusiva son:
1. Los estudiantes
necesitan creer que pueden aprender y que lo que están aprendiendo es útil,
relevante y significativo para ellos.
2. Que se van a exigir
esfuerzos dentro de sus posibilidades, aprendizajes que puedan lograr, tareas
que puedan realizar con éxito. No es viable atender de forma individualizada a
cada uno de los estudiantes de un salón de clase, pero sí proponer tareas
colaborativas o tareas diferenciadas a realizar en grupos homogéneos o
heterogéneos, dentro de los cuales, atender de forma más aproximada a las
necesidades de los estudiantes, para que puedan aprender y realizarlas con
éxito, de forma que puedan sentirse satisfechos con su trabajo.
3. Saber que pertenecen a
un grupo, que hay relaciones de aprecio y respeto mutuo, normas comunes y un sentido
de comunidad que aprende, donde cada miembro aporta y recibe de los demás,
desde sus posibilidades y limitaciones.
4. Que son responsables de
su propio aprendizaje. Es importante que conozcan los objetivos a lograr,
darles retroalimentación en lo que se va realizando, apoyo para ir avanzando y
lograrlos. Los estudiantes con discapacidad también pueden participar en la
planificación de sus objetivos, para que se impliquen en la toma de decisiones,
en la evaluación de lo que va logrando, y en la identificación de sus
preocupaciones y dificultades para lograrlos.
5. Clima de confianza, en
el que los errores puedan formar parte del aprendizaje y puedan servir para
reflexionar, aprender y mejorar. Confianza para preguntar cuando algo no se
sabe, cuando algo no se entiende, cuando se tienen dudas, etc.
6. Dar espacio a los
sentimientos y emociones dentro del aula: la alegría, la tristeza, el miedo, la
inseguridad, la amistad,…; celebrar los éxitos, felicitar por los logros, los
avances.
7. Los estudiantes con
discapacidad suelen necesitar ambientes bien estructurados y organizados, donde
el orden les facilite sus tareas.
8. Sistematización de los
materiales.
9. Rutinas diarias que les
proporcionen confianza y seguridad.
10. Organización del aula
que garantice:
· Que todos los estudiantes
ven a la maestra cuando explica.
· Que los estudiantes con
discapacidad están cerca de la maestra o que no queden relegados al fondo del
aula.
· Que los alumnos con
discapacidad no se agrupan solamente con los estudiantes con necesidades
especiales similares. En ocasiones el agrupamiento homogéneo es muy
adecuado para trabajar ciertos aprendizajes; mientras que el agrupamiento
heterogéneo sirve para enriquecer otros aprendizajes, la socialización,
motivación, etc.
· Participan en las tareas
de responsabilidad del aula: distribuir materiales, llevar control, responsable
del día,…
11. El aula inclusiva
tiene que ser un ambiente rico en estímulos, lo que se logra con diferentes
recursos y materiales de distinto tipo: música, murales, posters, fotografías,
tablones de anuncios,…. Pero esta riqueza también se proporciona a través de la
variedad de tareas, estímulos, apoyos y de materiales y actividades que
“enganchen” a los alumnos y alumnas.
12. Utilización de música
para crear ambientes de trabajo más dinámicos o relajados.
13. Dar espacio al sentido
del humor y la risa. Como señalan autores como Fernández y Francia (1995) en la
alegría y el buen humor también se educa. Las personas disfrutan riendo,
especialmente los niños. Puede ser muy enriquecedor que los alumnos y maestros
pasen tiempo divirtiéndose juntos en actividades lúdicas o analizando
situaciones en clave de humor, sin reírse de nadie, riéndose juntos. El sentido
del humor es un sentido eminentemente humano. Fernández y Francia (1995)
señalan que saber reírnos de nuestros errores y asperezas facilita reconducir
situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos. “El sentido del humor
aplicado al campo educativo consigue que se mejoren y agilicen los procesos de enseñanza
y aprendizaje, ayudando a mejorar la
relación entre los agentes protagonistas de la educación (educador-educando).
Dicho de otra manera más sencilla, por medio del sentido del humor se goza
educando y se aprende riendo”. (Fernández, J. y Francia, A. 1995:65).
TOMADO DE:
http://www.ite.educacion.es/formacion/materiales/72/cd/curso/unidad3/u3.htm
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